Contigo

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Querido Avi,

Hace más de 12 años que no estás, y aunque ya no te piense tanto como antes, hay días en que te echo muchísimo de menos… Sé que estás ahí, pero me gustaría verte, oír tu risa o sentir tu abrazo. Y en un día tan maravilloso como el sábado, me habría encantado verte sacar uno de aquellos pañuelos de tela para secarte las lágrimas, o haberme sonrojado con uno de tus piropos :)

Con lo puntual que eres, seguro que habrías intentado llegar pronto a casa, y te habrías encontrado con el caos feliz del que sabe que lo importante está resuelto pero que ha dejado cosas para última hora, casi ultimísima (dicen por ahí que el novio recibió a los primeros invitados en pantalón corto y plancha en mano :)

No sé todavía ni cómo me sentía serena, nerviosa por tener que terminar de colocar las velas en el árbol o de enganchar las telas, pero tranquila, feliz… Incluso Deborah, que estaba terminando de colocar las flores (claveles pedí, Avi, como los que le regalabas a la Yaya, y no podía estar todo más bonito…) dijo que no parecía una novia hasta que sonó el timbre por primera vez y me sobresalté: llegaba una cocinera maravillosa con todo su equipo y sus manjares, que seguro que hubieses disfrutado bajo la atenta y fiscalizadora mirada de la yaya :)

Ana, que es un ángel además de una repostera excepcional, terminó de fijar las telas, y con las flores y la decoración que María había preparado con tanto mimo, el jardín de casa se convirtió en el lugar más bonito del mundo por unas horas.

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Abajo se oían carreras, pero me senté y cerré los ojos, dejando que Ángela hiciese su labor de hada madrina y yo pasase de cenicienta a princesa a golpe de brocha y lápiz de ojos, con Soles y Estrellas de espectadores ocasionales :) Ángela me colocó mi corona y la Ana del espejo se sorprendió de sí misma y sonrió, dando vida a su trabajo. Es un detalle pequeño, pero me hizo ilusión que se quedase unos minutos más para verme vestida…

Mientras la tita me ayudaba, llegó mamá, y ver la emoción en su mirada, saber que comprendía que esta boda nada tenía que ver con las razones sino con esa emoción que ahora sentía, fue un regalo y un alivio… ¿Te acuerdas que dijo después del divorcio que no me volvía a pagar un vestido de novia? Pues ahí la tenías, secándose las lágrimas al verme con el vestido que a ella también la enamoró en sólo una foto y feliz de no haberse hecho demasiado caso. Un vestido llegado en crucero desde Nueva York…

Soles y Estrellas que entran y salen corriendo, que miran con ojos ilusionados a la novia, que abrazan con fuerza y que piden ayuda para abrochar un cinturón o que quieren que vea lo guapísimos que están, todo nervios, excitación y alegría, mucha alegría… Cuando el novio tuvo que entrar a coger alguna cosa, hubo una barrera humana de tías y fotógrafa para no tentar a la suerte.

¿Imaginas, Avi, que hubieses entrado tú? Yo… casi no me atrevo… Subirías quejándote de las escaleras y sonaría tu bastón por el pasillo; abrirías la puerta sonriendo, tan alto, tan guapo y te emocionarías… me harías dar una vuelta y dedicarías algún piropo a la nieta más guapa del mundo. Me darías un beso con poco cuidado y tendría que retocarme algo, seguro, pero no me importaría en absoluto, porque estarías aquí…

Ya, ya lo sé, pero habría sido maravilloso…

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Mirada de Eva

 

En un instante, me quedé sola en mi habitación, refugiándome en una extraña calma previa a todo, sonriendo al espejo casi sin darle crédito y oyendo la música, las voces, las risas que llegaban desde abajo conforme la gente llegaba. Subía también hasta mi ventana alguna respiración liberada cuando nuestro mago más querido repartía asombro entre unos y otros, encandilando a niños y mayores.

Por un momento tuve la tentación de escribir alguna de las palabras que iba a decirle al Cielo durante la ceremonia, esas que debía haber escrito hacía semanas, pero que me parecían demasiado grandes para estar contenidas en un papel. Pero no, si no estaban ya escritas era por alguna razón… quizá debían salir del corazón aunque no saliesen todas. Ahora el tiempo se detenía para que pudiese sentir sin distracción mi felicidad, para empaparme de la alegría que subía desde mi jardín y entregar la mía.

Oír dos pares de pies subir las escaleras corriendo y empezar la música que nos acompañaría a nuestro altar florido, fue todo uno. Llegaba el momento… No podía más que imaginar al Cielo acompañado por las Estrellas, madrinas de excepción en un día tan especial, mientras mis dos Soles, en su labor de orgullosos padrinos, me ayudaban a bajar las escaleras y me tomaban del brazo.

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Mirada de Gema

 

A mis pies, no el jardín caótico que había dejado un par de horas antes, sino un lugar mágico por el que yo caminaba junto a mis niños, dirigiéndonos hacia el Cielo y las niñas que aguardaban a apenas diez metros, bajo las flores del arco. Acompañaban nuestros pasos las miradas expectantes, sonrientes, algunas húmedas de cariño, de muchas de las personas más importantes para nosotros.

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Mirada de Gema

 

No fui consciente de que algunas de esas miradas eran mágicas, como la de mi querida Gema, que encapsuló con su cámara píldoras de felicidad. Me siento tan agradecida por poder ver sentimientos a través de sus ojos… Y Eva, a la que conocí hace algo más de un año cámara en mano y cuya sonrisa me acompañó tras su objetivo durante toda la tarde, ya amiga más que fotógrafa.  Me habría encantado tener mi cámara para capturar mis propios recuerdos, pero a falta de ella, grabé en mi memoria cada uno de ellos, para no perderlos, para volver a vivirlos con sólo cerrar los ojos.

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Mirada de Eva

 

Sólo en una boda soñada la juez es tu amiga y te dedica bellas y emocionadas palabras.

Sólo en una boda soñada amigas que están bajo tu piel casi desde que tienes recuerdos, te llenan el corazón de pasado y futuro.

Sólo en una boda soñada un amigo te saca billete para el tren de la vida.

Sólo en una boda soñada miras a tu marido a los ojos y le abres el corazón, recibiendo no promesas sino generosidad, mientras tus hijos, con luminosas sonrisas, son testigos de ese amor.

Sólo en una boda soñada podrías estar tú, a mi lado…

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Mirada de Eva

 

Me hubiese encantado contarte, Avi, no sólo en mi interior, sino pronunciando las palabras en voz alta, que no tengo respuesta para quien busca razones para habernos recasado, porque no las hay. que el día que los seis abrimos la puerta de esta misma casa para compartir nuestra vida, comenzó a forjarse un vínculo mucho más fuerte que el que dibuja un anillo. que no hay más para siempre que el del esfuerzo y la ilusión diarias. lo mismo que sabía hace unas semanas: que estoy profundamente enamorada de un hombre con cuyas manos construimos nuestra felicidad y la de nuestros hijos (un hombre generoso como tú, Avi, que hace la vida sencilla con pequeños grandes gestos y no la dificulta, cada día dibujando una sonrisa y buscando la mía).

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Mirada de Gema y Eva

 

Pero siento que esta boda es muy importante, porque celebra el amor ilusionado y a la vez consciente, el amor que sabe que las perdices no se dejan atrapar todos los días y, aún así, dice ‘sí, quiero’. Siento que somos ejemplo de pareja para nuestros cuatro niños, con nuestra complicidad, nuestras risas, nuestras discusiones y nuestro apoyo, y que la reboda celebra que ellos son testigo y parte de ese amor. Siento que este día quedará en su recuerdo, igual que en el nuestro, lleno de alegría, amor, magia, risas, flores, y bombillas al atardecer. Siento que mi corazón está repleto de agradecimiento hacia las personas que estuvieron con nosotros el sábado (en nuestra casa, desde la suya con un mensaje o unas peonías, desde donde estés tú…) pero no sólo por acompañarnos ese día, sino por habernos acompañado tantos y tantos otros, por haber construido con nosotros la realidad de hoy con su ejemplo y cariño.

Me queda una foto, Avi… ¿quieres ponerte conmigo?

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