Platos y vasos descabalados
Cuando el Cielo y yo nos atrevimos a protagonizar la mayor mudanza de la historia, en una cocina sembrada de cajas, rescatamos dos vajillas, dos cuberterías y dos cristalerías igual de apreciadas por sus respectivos dueños.
Yo aporté mi vajilla de cristal bicolor: los platos llanos son verdes y tienen unas flores rosas que crecen enredándose, así que combiné el resto de platos comprando la mitad rosa y la otra mitad verde, tanto en platos hondos como de postre. El Cielo trajo su vajilla blanca y lisa, de loza sencilla y resistente, con sus platos brillantes e iguales entre sí.
En los platos floreados, yo servía a los niños grandes dosis de imaginación, ingenio y alegría, y comiendo en ellos, los Soles crecieron como hermanos, compartiendo todo. Aprendieron a colocarlos en la mesa, a contar cucharadas y a negociar las últimas.
A las niñas sobre sus platos blancos, el Cielo les ofrecía dedicación y constancia, y las Estrellas se alimentaban valorando el esfuerzo y respetando las formas, esperando a que se los llenasen y saboreando comidas sencillas.