Espero estar en la playa y no en el jardín… (Segundo Sol, junio 2014)
Esta mañana he hablado un ratito por teléfono con los Soles y empieza a notarse el paso de los días, porque el Segundo Sol me ha pedido que vuelva a llamar por la tarde y por la noche, que él quiere hablar conmigo… Me derrito de amor, claro, pero no me dejo llevar demasiado por el entusiasmo, porque otras veces me suelta con mucha corrección «Mamá, estoy ocupado jugando, ¿puedo colgar?» Menos mal que el Primer Sol es todo diplomacia y siempre atiende al teléfono.
El caso es que hacía mucho que no compartía una frase y la cautela emocional me ha traído ésta a la cabeza…
Cuando el Cielo y yo nos atrevimos a protagonizar la mayor mudanza de la historia, en una cocina sembrada de cajas, rescatamos dos vajillas, dos cuberterías y dos cristalerías igual de apreciadas por sus respectivos dueños.
Yo aporté mi vajilla de cristal bicolor: los platos llanos son verdes y tienen unas flores rosas que crecen enredándose, así que combiné el resto de platos comprando la mitad rosa y la otra mitad verde, tanto en platos hondos como de postre. El Cielo trajo su vajilla blanca y lisa, de loza sencilla y resistente, con sus platos brillantes e iguales entre sí.
En los platos floreados, yo servía a los niños grandes dosis de imaginación, ingenio y alegría, y comiendo en ellos, los Soles crecieron como hermanos, compartiendo todo. Aprendieron a colocarlos en la mesa, a contar cucharadas y a negociar las últimas.
A las niñas sobre sus platos blancos, el Cielo les ofrecía dedicación y constancia, y las Estrellas se alimentaban valorando el esfuerzo y respetando las formas, esperando a que se los llenasen y saboreando comidas sencillas.
“Papá, ¿puedo decir que el Segundo Sol y yo somos hermanos?” Pego un frenazo en seco con cuatro toallas en pila entre las manos. La Estrella Mayor estaba haciendo deberes no muy concentrada, parece :)
Mi desvergonzada antena capta la respuesta del Cielo: “Bueno, puedes hacerlo, pero sabes que no sois hermanos…”
“¿Y hermanastros?” Es sorprendente cómo los niños dan significados bonitos a palabras feas… La verdad que vienen ya demandando alguna forma de llamarse entre ellos, porque lo de ‘amigos’ se quedó corto hace mucho y lo de ‘vivimos juntos’ cuando se presentan a otros, también (es un lío contarle a la gente lo que somos, la verdad. A ver cuando la RAE nos incluye en su Diccionario :)
“Lo que quieras, pero seréis hermanastros de verdad cuando Ana y yo nos casemos” Ingeniero, me lo he tenido que buscar ingeniero…
“Papá, ¿y por qué no le pides de una vez que se case contigo?” Eso digo yo, ¿por qué…?
Llevo varias semanas con la misma sensación. Las ideas, los momentos, la inspiración, revolotean agitando sus alas sobre mí, traviesas, esquivas, prometedoras… como las llaves hechizadas de Harry Potter. Todas vuelan de forma caótica por la habitación, pero sólo una abre la siguiente puerta…
Yo no soy maga, y el zumbido de las llaves revoloteando a mi alrededor me genera ansiedad… ¿cuáles son las que tengo que atrapar?, ¿cómo voy a distinguirlas entre tantas llaves, tanto aleteo, tanta prisa? A veces vislumbro un destello, pero se pierde entre otros, y me deja aún más angustiada, sin saber si ésa era la llave de la puerta…
Volvíamos ayer en el coche de un cumpleaños la Estrella Menor, los dos Soles y servidora (la Estrella Mayor estaba con el Cielo en su ensayo de coro). Lo he comentado en alguna ocación, pero cuando falta uno de los cuatro, el equilibiro que tienen montado se rompe, y surgen situaciones nuevas que hay que resolver. El Refamilia-wagen tiene tres filas y seis asientos, y cuando vamos todos juntos suelen sentarse la Estrella Mayor con el Segundo Sol, y la Menor con el Primero; alternan la primera y segunda fila de la parte trasera del coche según un complejo algoritmo refamiliar al que hemos llegado tras muuuucha discusión sobre equidad, justicia y ‘porque yo lo valgo’.
Era ya un poco tarde, y tener que repartir asientos sólo para tres había desencadenado una perorata del Primer Sol, inmerso en un absurdo monólogo sobre el turno anterior y el siguiente. Los demás estabamos en el mismo estado, así que le dejamos desahogar su cansancio, incluso aunque ya llevabamos un rato cada uno en su asiento e íbamos hacia casa…
La Estrella Menor no es especialmente charlatana, pero cuando se decide a hablar no da puntada sin hilo…
-«Lo mejor sería un coche que tuviese una fila de delante con cuatro asientos, así no discutiríamos… No, lo mejor sería un coche con cuatro asientos para conducir y cuatro volantes…«
Personajes: Estrella Mayor, Estrella Menor, Primer Sol, Segundo Sol y servidora.
Situación: Montados los cinco en el Refamilia-wagen, con el Cielo invitado gentilmente a un evento profesional. Últimamente prefiero conducir yo porque me fríen a preguntas y a «cuéntanos cosas», y así tengo la excusa de tener que ir pendiente de la carretera (malamadre que es una). Pero esta vez iba sola con ellos a un taller de alfarería y no había escapatoria posible… Hablando de trascendentalidades de la vida, la Estrella Mayor me pregunta:
-«Ana, ¿tú quieres tener nietos?«
-«Sí, claro: cuando los Soles tengan la edad adecuada, me encantará que tengan hijos…» Yo siempre meto cuñas de madre en estos temas, no puedo evitarlo :)
Sólo he vivido dos momentos con la madre de las niñas, con la Supernova.
El primero fue un poco antes de formar la Refamilia, cuando ya teníamos fecha de mudanza. El Cielo tenía que ir a llevarle unas cosas de las Estrellas y había varias formas de hacerlo, y ella eligió la que implicaba que yo también fuese. Y allá que fui yo, con mi short fucsia, mi blusa negra y la sonrisa pintada, a pasar por el momento que tenía que llegar antes o después, porque si un día los Soles comparten parte de su vida con alguien, también quiero poder mirarla a los ojos…
De ese día recuerdo que se me presentó con su nombre y me resultó curioso, como si después de tantos meses de conocer mi existencia fuese necesaria la formalidad. Recuerdo que las niñas estuvieron cariñosas pero comedidas, y me alivió, porque me habría sabido fatal que fuesen muy efusivas. Recuerdo que no volvió a dirigirse a mí hasta que nos despedimos, hablando todo el tiempo con el Cielo los temas que tenían pendientes. Recuerdo que el encuentro podría haber durado un minuto, pero que ella lo alargó a diez y no dejó de observarme por el rabillo del ojo. Recuerdo que, a pesar de mi sonrisa, estaba hecha un flan, pero prefería interpretar mi papel al suyo…
Mi mirada y la de la Refamilia contemplan nuestro presente, y sólo pretendía entrar en nuestro pasado en la medida en la que me parecía que enfocaba nuestro futuro, pero me apetece divagar un rato, por un camino que un día tracé y especialmente por tramos que ya no suelo transitar…
Varios de mis amigos están viviendo situaciones muy difíciles con su pareja, y se encuentran, como yo un día, desamparados entre las bambalinas de un escenario ayer seguro y hoy tambalente… quiero dejar aquí algunas reflexiones para que no se las lleve el viento, ni de mi memoria ni de sus consideraciones. Quiero compartir este camino de sensaciones que empezó hace casi 4 años, porque a uno no suelen prepararle para el matrimonio (aunque así lo creamos) y menos para un divorcio: suele llevarse en una intimidad oscura y los que te quieren tampoco saben qué decir o hacer…
Situación: esta misma noche, antes de acostarnos. Esta semana la tenemos a tope de médicos y tareas escolares, así que aprovecho el final del día para actualizar agendas…
«Cariño, el jueves iremos un poco más tarde al cole porque te tienen que hacer un análisis de sangre.«
Sé lo necesario que es hablar con los niños, de cosas vanas y de cosas importantes, con sinceridad y a su nivel, pero a veces me parece que no sólo es necesario para ellos, sino para mí también. Hace unos días, conduciendo, uno de mis momentos favoritos para charlar de todo y nada (y para soltar rollos, todo sea dicho) les suelto:
“Chicos, voy a seguir trabajando en la Máquina de Caramelos, pero me apetecía hacer cosas nuevas y en vez de continuar en el sitio en que estoy ahora, voy a otro departamento.”
“¿Y te quieres ir, mamá?”
“Sí, pedí yo cambiarme, pero ahora estoy un poco confusa: tengo ganas de hacer cosas nuevas y a la vez me siento triste por dejar a mis compañeros.”