Se vende vestido de novia

se vende vestido de novia

Vestido de novia palabra de honor de seda natural, con cuerpo de encaje, colección de 2004. Razón aquí.

Una única puesta, cargado de sueños e ilusión. Con garantía, si se acompaña de una sonrisa luminosa, de convertir a su portadora en la más bella por un día.

Mi vestido de novia es precioso… Un día escuché que tienes que elegirlo pensando en que verás las fotos dentro de 20 años y debes seguir viéndote maravillosa. También dicen que sabes que es el tuyo cuando te emocionas al verte con él puesto y tu madre no puede contener las lágrimas en el probador.

Ayer se me saltaron a mí cambiándolo de armario. Aún no sé qué me impulsó a bajar la cremallera de la funda blanca…

No cabe duda de que el Cielo y yo estamos hechos el uno para el otro, porque en el nuevo armario del desván están el traje de su boda junto a mi vestido de novia, ambos supervivientes a la mudanza refamiliar. No sé muy bien si se trata de un absurdo conservar de momentos importantes de nuestras vidas, o si es en un mero no saber qué hacer con sus vestigios, pero ahí están, inútiles e inmaculados, quizá extrañados de no compartir armario con su pareja original, sino con otra seda y otra camisa almidonada.

El hada madrina que me convirtió en princesa para el baile no me advirtió que algún día darían las doce y desaparecería el hechizo. Que podría quedarme el vestido y los zapatos, pero que desaparecerían los sueños y la ilusión. Que la magia no es suficiente para seguir viendo las fotos 20 años después, y que sólo el esfuerzo día a día compartido retrasa las fatídicas campanadas, quizá hasta el fin de tu vida…

Nuestros esfuerzos fueron dispares, no supimos reconocer las once campanadas previas a la postrera y no teníamos varita para convertir harapos en brocado, así que, a pesar de la atemporalidad y elegancia de mi vestido, el album de fotos de la boda está confinado en una caja, junto con un anillo y un proyecto de vida.

Antes no tenía valor para pensar en ello y guardaba en un cajón no sólo las cosas, sino los recuerdos de doce años de relación. Ahora comprendo que yo no sería sin ellos, que mis hijos no existirían, que no tendría herramientas para construir este presente tan maravilloso con el Cielo… Y me reconcilio con un pasado agridulce que no supimos hacer presente. No sé bien cómo ocurrió, pero un día comencé a sentirme capaz de recordar sin sufrir, de reconocer que mi boda fue maravillosa y feliz, de no empañarla con lo que ocurriría 6 años después y no caer en la tentación de pensar que no debería haber sucedido. Las risas y lágrimas de ayer han erigido la felicidad de hoy: no quiero renunciar a ninguna.

Aunque a veces nos encontremos con aquellas pequeñas cosas al hacer limpieza de primavera…