En las últimas semanas he tenido nostalgia maternal. Ni siquiera sé si está tipificado como tal, pero de pronto añoro la época en la que mis Soles eran solecitos… no cuando eran muy bebés, sino cuando tenían aproximadamente 3 y 5 años, una vez superado mi agujero tras el divorcio. Ellos ya estaban en plena niñez y yo me sentía nuevamente feliz, reencontrada después de mucho tiempo, dispuesta a ofrecer a mis niños horas de dedicación y juegos. Les cantaba, inventaba cuentos a apagadas, bajábamos al parque, les desgranaba la Ilíada, hacíamos manualidades… leía el Primer Sol sus primeras palabras y el Segundo aprendía de él, había hora del baño y gomets después de cenar. Se vestían solos y ponían la mesa, e incluso trepaban a la encimera por los cajones de la cocina si querían algo, y yo apenas me enfadaba…
No sabes qué feliz me haces sabiendo que vuelves a estar aquí, conmigo… Ya sé que estabas aquí; te he sentido pensándome, imaginándome de nuevo, pintando para mí nuevos horizontes, leyéndome… pero hoy estás de verdad aquí, escribiéndome.
Hace más de 12 años que no estás, y aunque ya no te piense tanto como antes, hay días en que te echo muchísimo de menos… Sé que estás ahí, pero me gustaría verte, oír tu risa o sentir tu abrazo. Y en un día tan maravilloso como el sábado, me habría encantado verte sacar uno de aquellos pañuelos de tela para secarte las lágrimas, o haberme sonrojado con uno de tus piropos :)
Hoy probaré a escribir un post sencillo… uno de esos que se escriben de un tirón y que no hay que releer para entender ;)
El Cielo y yo hemos pasado varias semanas difíciles y hemos puesto mucho de nuestra parte para que en los próximos meses en la Refamilia vayamos a vivir momentos maravillosos, porque lo serán y porque estaremos muy atentos a todo lo que ocurra para disfrutarlo (¿he contado ya lo del secreto de la felicidad?, ¿lo de ser feliz con las pequeñas cosas y hacer felices a los demás…?) Estamos añadiendo juntos nuevas sensaciones al camino, de las cálidas, de las que hacen que la senda merezca tanto la pena…
Estoy deseando poner en palabras ese camino, pero aún es pronto, estamos dando los primeros pasos y no queremos trastabillar, y soy muy consciente de que primero necesito vivir para luego poder escribir, así que aunque ande un poco callada últimamente, podría decirse que estoy trabajando en futuros posts :)
«¿Y cómo has vivido tú que ella tuviese un hijo, Juan?»
Así, con la respusta a esta pregunta, la primera refamilia que sin saberlo conocí, me hizo ver el mundo con ojos nuevos.
Si tuviera que definirte con una sola palabra, Juan, no dudaría un instante al elegirla: generoso. En muchísimas cosas, pero especialmente en sonrisas, atención y cariño. Sólo tengo que cerrar los ojos para que mi memoria te invoque, y siempre sonríes y escuchas atentamente (¿ves?, mientras escribo sobre ti has vuelto a hacerlo :)
Cuando uno tiene una Refamilia no sólo se enfrenta a preguntas tipo cómo se mete un bebé en la barriga de su mamá o cómo se apaña el ratón Pérez para enterarse de que se te cae un diente; nosotros hemos debido de dejar de ser padres amateur y nos han pasado a la categoría profesional, porque aquí el elenco de dudas existenciales infantiles roza casi el surrealismo…
Estoy nerviosa… escribo y borro, y vuelvo a escribir… quiero hacerlo de manera muy especial, porque la ocasión lo merece, pero las palabras no paran de revolotear pidiendo que las elija y con la emoción me cuesta mucho.
Yo creía que hoy hacía un año que había empezado nuestra historia de amor, con este «¿quieres salir conmigo?», pero a lo mejor tú y yo no nos conocimos ése día, sino este otro, o éste… ¿tal vez éste? Son cosas del amor 2.0… yo creo que está en el aire porque ahora va a través de wifi :)
De todas formas no es tan importante la fecha, sino que nos hemos conocido y enamorado. Tú de mis palabras y la ilusión que las alimenta, y yo de tu mirada y el latido de tu corazón al leerlas. Ya sabes cómo es esto de estar enamorado… no sabes muy bien qué ve la otra persona en ti, tú que eres tan poquita cosa, pero ésa es la magia del amor, la generosidad del que da sin darse cuenta. Me encantaría que siguiese siendo así toda la vida: yo sin saber dónde está eso que te hace volver y tú sin ser consciente del efecto que tiene tu respuesta en mí…
De todas formas, te susurraré palabras de amor en este día de nuestro aniversario, a la luz de la pantalla y con la música de las teclas de fondo… ¿lo oyes? están tocando nuestra canción… ¿bailas?
“Papá, ¿puedo decir que el Segundo Sol y yo somos hermanos?” Pego un frenazo en seco con cuatro toallas en pila entre las manos. La Estrella Mayor estaba haciendo deberes no muy concentrada, parece :)
Mi desvergonzada antena capta la respuesta del Cielo: “Bueno, puedes hacerlo, pero sabes que no sois hermanos…”
“¿Y hermanastros?” Es sorprendente cómo los niños dan significados bonitos a palabras feas… La verdad que vienen ya demandando alguna forma de llamarse entre ellos, porque lo de ‘amigos’ se quedó corto hace mucho y lo de ‘vivimos juntos’ cuando se presentan a otros, también (es un lío contarle a la gente lo que somos, la verdad. A ver cuando la RAE nos incluye en su Diccionario :)
“Lo que quieras, pero seréis hermanastros de verdad cuando Ana y yo nos casemos” Ingeniero, me lo he tenido que buscar ingeniero…
“Papá, ¿y por qué no le pides de una vez que se case contigo?” Eso digo yo, ¿por qué…?
El 12 de junio es una fecha un tanto voluble en mi calendario personal…
Comenzó siendo una fecha de boda hace ahora 10 años, en la que el Cometa y yo (¡queda oficialmente así bautizado el padre de los Soles!) formalizamos nuestro proyecto de vida. Celebramos felizmente cinco aniversarios, pasamos por un sexto sin sentido, en mitad del divorcio, y en estos últimos cuatro años rellenando la inefable casilla de ‘separada/divorciada’ en los formularios, meramente dejo que el día pase sin más pretensiones.
El Cometa y yo fuimos amigos varios años antes de que se decidiese a besarme, y a ese beso siguieron seis años de noviazgo, otros seis de matrimonio y dos hijos. En doce años ha habido de todo, como en botica, pero cuando nuestra relación empezó a ir fatal, no supe qué hacer con los recuerdos, que tanto me atormentaban, así que metí en un cajón los luminosos y empecé a hacer recuento de los sombríos (en otro tiempo fui humana ;)
Cuando hacía terapia tras el divorcio y me enfrentaba a varios conflictos diarios con el Cometa (¿cómo es posible que con quien has compartido tantos días en armonía, seas incapaz de estar de acuerdo en nada?), Clara me dijo algo que me dejó en cierta forma marcada y que llevo intentado poner en práctica desde entonces: “Estáis definiendo una nueva relación, ¿quieres que sea una continuación de la anterior o prefieres crear una nueva?” Yo no le vi mucho sentido a dejar de tener una vida en común con alguien y conservar sólo lo peor, así que cada vez que iniciamos una nueva discusión intento vernos en nuestra nueva situación, no perpetrando antiguas guerras ya sin sentido… No siempre lo consigo, lo reconozco, pero prometo que me esmero.