Descasados para siempre. Parte I. La mía

Hombres prehistóricos, por el Segundo Sol (dic 2013, en Arqueopinto) Divorcio con hijos

Hombres prehistóricos, por el Segundo Sol (dic 2013, en Arqueopinto)

Decir a tus hijos que te vas a divorciar y lo que implica para ellos es, sin duda, la parte más tenebrosa de un callejón ya de por sí oscuro, por la que no quieres pasar ni a punta de pistola. Pero tienes que hacerlo. Y para mayor abundancia, con el compañero de viaje que menos te apetece tener: tu casi-no-pareja. Pero eso también tienes que hacerlo. Cambias tu “una vez rojo” por los “ciento amarillo” de tus hijos, y una, que es economista, cree que es el mejor negocio que se puede hacer por ellos: el divorcio con hijos no implica la bancarrota de la familia.

Soy de las que cree que los niños se enteran de TODO. Y su todo contiene más matices que el nuestro, que los peques no tienen tantos recursos lingüísticos ni conocen el doblez, así que van por la vida con los ojos bien abiertos y, lo que es peor, creyéndose lo que ven… Así que el padre de las criaturas y yo sentamos a los niños para pasar el vía crucis los cuatro, cuando contaban con 2 y 4 años recién cumplidos. El objetivo del mensaje era dejar claras “cuatro cosas”:

  • somos una familia y os queremos muchísimo
  • Mamá y Papá ya no están enamorados y no son felices juntos
  • Mamá y Papá van a vivir en casas diferentes, pero ni dejamos de ser una familia, ni dejamos de ser Mamá y Papá, ni dejamos de quereros: sólo nos organizamos diferente
  • vamos a seguir viéndonos y compartiendo muchas cosas juntos, pero a veces con Mamá y otras veces con Papá

Como también soy defensora de la normalidad de todo en la vida, y más en lo relativo a las familias (convencida: no existe ni una “normal”. De pequeña creía que la mía lo era y las “raras” eran las otras, pero cuantas más conozco, más peculiares me parecen todas, encabezando las mías el top 10), les estuve contando que no todas las familias tienen un papá, una mamá y los hijos: algunas sólo tienen mamá e hijos, porque el papá trabaja en otro país; o al revés, hay mamás que por su trabajo no pueden estar todos los días en casa (¡va por mis azafatas!), o familias con dos papás o dos mamás, o sin papás y con abuelos. Incluso ellos me contaron algún caso diferente de otros niños de su clase. El caso es que, a mi entender, el objetivo de la familia es ayudarnos a ser felices, y, bendito sea, eso se consigue de las formas más variopintas.

Al principio los Soles repetían las consignas como aprendidas de memoria, casi sin venir a cuento: “Mamá, seguimos siendo una familia”. “Papá nos quiere mucho”. “Cuando estamos con Mamá, contentos con Mamá y cuando estamos con Papá, contentos con Papá” (cuando el Segundo Sol me dijo ésta, casi dando por hecho que había que estar contento sea como sea, se me cayó el alma a los pies…) No sé si entendían algo, probablemente no, pero las cuatro cosas importantes estaban grabadas en sus cabecitas.

Luego vinieron las preguntas, interminables, según lo iban digiriendo y viviendo su nueva rutina, algunas fáciles y otras no tanto. ¿Y cómo elegí contestar? Pues con sinceridad, siempre sinceridad. Explicado a su nivel, pero sin mentir nunca. Y sin medias tintas, porque lo que no les explicas tú, lo imaginan ellos. Además lo imaginan como quieren, que para eso es su imaginación. Y qué más pueden querer ellos que sus padres estén juntos… Por eso también creo que es importante reiterar, cada vez que ellos buscan un resquicio, que mamá y papá no van a volver a vivir en la misma casa… Pero no sólo de explicaciones vive el niño, que ellos buscan la experiencia: hay que vivir con naturalidad, en todos los ámbitos. Si nosotros mismos no aceptamos nuestra vida, difícilmente les podremos transmitir a nuestros hijos normalidad (nunca, nunca, nunca, perdáis de vista que el cerebro de un niño es más potente incluso que el de una suegra, que se percata de cada duda, cada mirada, cada bolso nuevo que te compras).

Huelga decir que a la ya-no-pareja se le presupone el interés por el bienestar mental de los niños, lo que no siempre es cierto. Tengo personas muy cercanas que tienen que hacer de tripas corazón para coser un roto que ha hecho “la otra parte”; no siempre es fácil circunscribir los problemas de ya-no-pareja a lo que son, de ya-no-pareja, no de todavía-familia, donde sí entran los hijos. El matrimonio no es eterno, pero el divorcio con hijos es perpetuo…

Y por terminar con esta firme declaración de principios, firmemente tampoco creo que estemos preparados para todo lo que nos depara la vida, y que los experimentos con gaseosa, especialmente si los damnificados son los Soles. Así que como buena persona concienzuda que soy (sí, lo confieso: me leo las instrucciones de los electrodomésticos) para esta etapa a la que nunca llegan los cuentos de hadas, me busqué a una profesional en esto, al menos para no cometer errores de bulto. No sé si es buena o buenísima en lo suyo, pero encontré mucho más… Clara me enseñó a reparar heridas, aliviar sentimientos de culpa, usar el fondo para impulsarme, reconstruir mi yo original… Y el beneficio no fue sólo para mí, que sin duda, sino principalmente para mis hijos. No sé si fueron ellos, que son tan especiales, o fue mi trabajo emocional, o mi capacidad para ver lo bueno de la vida, pero el duelo para los tres fue mejor de lo augurado, confío en que sin dejar grandes cicatrices en el alma.

P.S.: Me ha costado varios borradores enfocar algo tan complejo: éstas fueron las decisiones que tomé yo, por cómo veo la vida, por cómo soy, por cómo son mis hijos, y al final todo es coherente en mi mundo, pero no es una fórmula magistral.

Hubo momentos que fueron los más difíciles de mi vida. Mis Soles eran mi bálsamo, mi luz al final del túnel, que por algo merecen su apelativo: su mundo era sencillo, centrado en las cosas simples de la vida, en jugar, en disfrutar, en aprender… sin darle vueltas a la cabeza, ni intentar vislumbrar un futuro aún no construido, ni cargar con losas de culpabilidad… así que me sentaba con ellos en el suelo del salón, con el sol de la tarde entrando por la ventana, y simplemente jugaba…