Descasados para siempre. Parte III. Las Estrellas.

descasados las estrellas

Hermanas, por la Estrella Mayor (enero 2014)

Con las Estrellas esto del divorcio y descasarse no ha estado tan claro como con los Soles, lo que ha supuesto alguna que otra angustia, pero más que nuestra (que también) de las niñas.

Al principio simplemente parecía que la Estrella Mayor no llevaba muy bien que sus padres viviesen en casas diferentes. Si algún niño le preguntaba que a dónde iba cuando su padre la recogía un viernes, lo ignoraba, y era la Estrella Menor la que contestaba “A casa de Papá”.

Un verano, cuando tenía 7 años, estaba jugando en la piscina con una niña más pequeña, y el Cielo, escuchó como le contaba:“Vivo aquí con Papá, porque mis padres están casados pero viven en casas diferentes”.

Como sus padres no vivían juntos desde sus 5 años, la Estrella Mayor suplió lo que no le explicaron con pura lógica: sus padres estaban casados pero no vivían juntos. Tanto se había acomodado en su escudo, que cada vez que el Cielo intentaba explicarles que su madre y él estaban divorciados, ella respondía con rabia, negándolo, ante el desconcierto de la Estrella Menor, que desde que tenía un año llevaba viviendo una realidad de familia divorciada sin haberle puesto etiquetas y con naturalidad, sin pensar en lo que era “normal” o en lo que podría pensar el resto del mundo.

Una mañana en que la Estrella Mayor y yo nos quedamos un ratito a solas (faltaba algo menos de un año para ser una refamilia, éramos simplemente dos minifamilias que se querían mucho y hacían cosas juntas), aproveché la ocasión para tener una charla “de mujer a mujer”… “Tú sabes que el papá de los Soles y yo estamos descasados, ¿verdad?”, así, como la que no quiere la cosa.

Mirada desconcertada de la Estrella “¿Eso es como estar divorciados?”. “Es lo mismo; antes estábamos casados y ahora no”. Silencio.

¿Y es simpático el papá de los Soles?”. Ahora me descoloca a mí. ”Sí, lo es…” “¿Y tú le quieres?” Aquí está: si es bueno, por qué no voy a quererle. “Sí, pero no estoy enamorada de él. Le quiero como… a un primo”. Ahora es ella la que se queda pensativa.

Nueva incursión por mi parte, pues: “¿En tu cole hay algún otro niño que sus papás también estén divorciados?”. “Sí, hay unos cuantos. Tengo una amiga que hasta tiene un padrastro”. “Anda, ¿y eso qué es?”. Nunca, nunca, nunca hay que revelar información a la contraparte sin saber la de la que dispone previamente (en serio: siempre meto la pata y me disculpo con mi jefe por llegar tarde cuando él ni se había enterado). “Pues que su mamá se ha casado con un hombre que no es su padre y ahora viven juntos”. Genial, sondeo al canto: “Y a ti, ¿te gustaría tener un padrastro?”. Estrella escandalizada “¡Noooo! Entonces Mamá y Papá nunca volverían a estar juntos”. Pues sí, pues sí… Parece que no va a ser fácil…

Cada vez que la Mayor hacía este tipo de comentarios, el Cielo tenía charla con ambas. La parte genérica de lo que era un divorcio la llevaba bien: que los divorciados fuesen sus padres, era otro cantar. Ansiedad y negación, invariablemente.

Otro día estábamos las tres decorando unas camisetas. Yo seguía siendo simplemente yo, y las niñas querían que me quedase a dormir en casa del Cielo (tanto Soles como Estrellas siempre quieren más, desde el principio e incluso a día de hoy siendo ya refamilia… es una alegría para el alma, aunque creo que es más por estar los cuatro jugando todo el día que por el Cielo y por mí ;) Estamos las tres pegando lentejuelas y lacitos como si no hubiese un mañana y la Estrella Mayor me suelta, en tono cómplice “Papá me dijo ayer que Mamá y él ya no están casados y que nunca van a volver a estar juntos, pero ¿sabes qué? Yo creo que no es verdad, que sí que están casados…” Una pena no haberlo grabado, porque el Óscar a mejor actriz me lo daban de calle. Reivindico mi postura de novia inexistente: “No, cariño, yo estoy segura de que Mamá y Papá están divorciados…” “Ya, eso dicen, pero no es verdad.” Pues sí, pues sí… Parece que no va a ser NADA fácil.

Y así, entre discursos del Cielo y lágrimas de la Estrella, iban pasando los días, la Refamilia tomaba forma y el Cielo seguía casado… Optamos por actuar con naturalidad, disfrutar de lo mucho que nos queríamos todos y seguir sin poner etiquetas. En vez de eso, explicábamos conceptos. Yo no era “la novia de Papá”, sino “la persona a la que quería y con la que quería compartir su vida”. Y eso era más fácil de asimilar: ellas también me querían y les encantaba que estuviésemos juntos. Y así, casi como si fuese idea de los pequeños, nos fuimos a vivir todos juntos.

Pero al final tanto amor, vivir en la misma casa, compartir habitación e ir de la mano por la calle, son realidades demasiado visibles hasta para el que menos quiere ver. Al par de semanas de vivir juntos, la Estrella Mayor preguntó si éramos novios. Incluso se enfadó con el Cielo por no habérselo dicho, pero tuvo que reconocer que había habido muchos intentos que habían acabado en llanto.

Son tan maravillosas las Estrellas, tan especial lo que tenemos, que después de esa charla llegaron a casa contentas, abrazándome como siempre.

Y por fin, el Cielo y yo pudimos besarnos sin escondernos detrás de las puertas…