Érase una vez una madrastra
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Érase una vez una madrastra que pasaba de cuentos.
Cuentos en los que las madrastras son bellas y sin corazón (algunas, a falta de uno propio, quiere conservar el de su hijastra en un cofre), o son mezquinas y maquiavélicas (si se diera el caso de que tus hijas no están a la altura deseada, siempre puedes bajar el listón humillando y empequeñeciendo a la que no es tu hija).
Cuentos en los que sólo alcanzas el título de madrastra si tu reciente marido, roto por el dolor de la pérdida de una esposa y madre maravillosa, busca ciegamente una mujer que la sustituya, en una época en la que, a falta de divorcio, bueno es enviudar si acompaña al guión.
Cuentos en los que los diccionarios se hacen eco del malestar que generan las palabrastras y, a la mera relación familiar, añaden la carga emocional que nos las hace tan antipáticas…
Pues la madrastra de este cuento quiere escribir nuevas historias, con letra bonita y esmerada, e ilustrarlas con personajes reales, dibujados con luces y sombras. Tiene ya cierta experiencia porque antes de pasar las páginas de esta historia fue madre, y ya tuvo que reescribir otros cuentos. Algunos los había escrito ella misma, otros los escribieron para ella…
Érase una vez una madre que quería ser perfecta, e hilvanaba páginas con retazos de historias vividas e historias idealizadas. Estos cuentos la ayudaban a seguir un camino, a cuestionarse a sí misma e intentar ser mejor persona y, sin embargo, eran fuente continua de inseguridad y angustia… ¿cuándo se acabará el cuento de tener que aceptar las dos caras de la moneda…?
Pero un día, comparando sus cuentos con los que garabateaban sus hijos, descubrió asombrada que en los de ellos, lejos de ser la bruja que ella imaginaba, era la princesa. No era una princesa perfecta, pero sí maravillosa y llena de amor. Y se sintió querida del mismo modo que ella les quería a ellos: tal como es y de manera incondicional.
Así pues, pasó las páginas de aquellos cuentos tan absurdos ahora y empezó uno nuevo: el de la madre que es en realidad.
Érase una vez una madre descasada… Estos cuentos empiezan cada capítulo con una duda, y en todos ellos se respira un nuevo miedo, añadido a los previos: un miedo que se oculta para que la inseguridad no dé la cara, pero que a veces se deja entrever en una acción, en cierta decisión. Es el miedo a que los hijos quieran más «al otro padre». Quizá ese padre tenga límites más relajados, o les lleve a sitios más divertidos… tal vez con él no tengan que comer brócoli y acostarse pronto no sea necesario… quizá no está tan cansado al final del día y no grite al repetir por enésima vez lo mismo… Como todos los miedos, magnifica lo peor de uno mismo, pero como todos los miedos, no es real. De nuevo sus hijos, Soles iluminando un camino entre la oscuridad del miedo, le mostraron, entre mimos y abrazos, que necesitaba escribir nuevos cuentos.
Entonces esta madre empezó un nuevo cuento en el que cada uno es responsable de los momentos vividos con sus hijos. En este cuento, uno respeta el tiempo que el otro pasa con los hijos de ambos (de ambos, no tuyos, ni míos, ni yo tengo más derecho) y, ni intenta adecuarlo a los criterios propios, ni se hace responsable de las acciones del otro: así, las culpas al otro y las culpabilidades de uno mismo se hacen más pequeñas y llevaderas. Se acabó el capítulo que reprocha al otro que no les ponga calcetines porque tú tienes frío. Se acabó también el de culpabilizarse uno mismo si por no ponerle el otro los calcetines como tú decías, los niños cogen frío. Vuelan así muchas páginas de chantaje emocional, termina en tablas la competición por ser ser el padre perfecto y pretender corregir los errores del que a nuestros ojos no lo es.La moraleja de este cuento reza que cada uno es como es y responde sólo ante sí mismo y ante sus hijos. Y si el otro sigue leyendo un libro desfasado, es su responsabilidad y también su carga (de nuevo las dos caras indisolubles…)
Érase una vez una madre que se convirtió también en madrastra. No fue una autoproclamación, sino un regalo que le hicieron las Estrellas, que como no podían ser hermanas de los Soles, se conformaron con ser hermanastras, y así la madre de ellos pasó a ser también la madrastra de ellas. Nunca a una palabra tan fea se la dotó de un significado tan bonito… Una madrastra que quiere y que regaña, que hace reír y hace recoger, que cuenta historias y pide que pongan la mesa. Una madrastra con un lugar propio en un universo nuevo, un lugar en el que está feliz porque tiró aquellos cuentos de hadas y no tiene que competir ni comparase con nadie.
¿Y si algún día los Soles tienen también una madrastra…? ¿Y si la quieren y son felices con ella…?¿Seré yo menos madre por ser ella madrastra…?
Será una vez una madre que se centre en la felicidad de sus hijos y meta en un cajón sus inseguridades, una madre que, cuando sus flaquezas más humanas la acosen, aliviará sus temores con realidades innegables «Eres su madre; nada ni nadie va a cambiar eso… vendrán otras personas, que ampliarán sus horizontes y cambiarán su vida, personas a las que admirarán, con las que transitarán caminos en los que quizá tú nunca pondrás tus pasos, personas con las que conocerán la felicidad o la más absoluta soledad. Reirán, llorarán, amarán, olvidarán, madurarán, se irán y volverán; tendrán sus propios hijos: vivirán su vida, igual que tú vives la tuya. Pero siempre serás su madre, y ellos tus hijos, y no habrá, nunca, nadie como tú…» Y si me queda alguna, se lo preguntaré a los Soles, que pasan de cuentos y lo saben todo del amor :)
Foto de Debajo de un Botón
Yolanda
27 septiembre, 2014 @ 10:11
Espectacular, Ana!
me inspiras!
Ana Refamilia
28 septiembre, 2014 @ 09:29
No podías decirme nada más bonito, Yolanda…
Gracias!!!!
silvia | missblank
27 septiembre, 2014 @ 12:26
Jolín Ana… Tienes un don. Bueno, muchos.
Cómo escribes así de bien….? Me encanta leer tus relatos. Adoro a tu Refamilia y Readoro cómo compartes todos estos pensamientos con nosotros.
Mil besos
Ana Refamilia
28 septiembre, 2014 @ 09:31
Jajajaja! El don que tengo es reunir gente como vosotras a mi alrededor, que me animáis tanto a continuar!
Un beso muy grande y seguiremos compartiendo, Silvia!!
Sara M.
28 septiembre, 2014 @ 01:38
No he pasado por ninguna de esas situaciones, ¡Pero qué fáciles las cuentas! O mejor dicho, con cuanto amor las facilitas!!!
Ana Refamilia
28 septiembre, 2014 @ 09:35
Gracias, Sara!
Supongo que es como cuando uno resuelve un problema de matemáticas muy complejo y, de tanto reflexionar sobre él, es capaz de explicarlo de manera sencilla. Yo no creo que haya resuelto nada y desde luego los cálculos que necesitamos en la Refamilia son del tipo 3+3 (y los cálculos en croquetas y yogures que se derivan del 6 :) pero darle a vueltas a la cabeza, ¡todas las del mundo!
Y al final, como dices, el amor es el que despeja la ecuación ;)
Un beso muy grande!
Cristina
30 septiembre, 2014 @ 18:14
Ana, qué bonito todo! Qué bonitas palabras y qué bonita refamilia! Yo que tengo una refamilia también recuerdo que cuando me dijeron que lo mío era una «familia ensamblada» casi me da un pasmo con la palabra. Este post me ha llevado al de «Madre de edición limitada» que creo que deberías tenerlo permanente bajo la cabecera del blog para que nadie se lo pierda. Me ha emocionado. Me queda todavía quitarme peso de la mochila pero poco a poco iré más ligera. Enhorabuena, Ana y gracias por compartir tanto y tan bonito.
Ana Refamilia
30 septiembre, 2014 @ 21:47
Hola, Cristina!!
¡Qué alegría que te haya gustado el post, especialmente si tú también tienes una refamilia y ves paralelismos!
El de Madre de edición limitada me encantó escribirlo e intento hacer referencia a él siempre que puedo… a mí sí que me emociona que te haya llegado tanto… Me alegra que tu mochila se vaya aligerando y haber contribuido a quitar aunque sea una milésima de peso :)
Un beso muy grande y gracias por leer tú tan bonito…
Laura
2 octubre, 2014 @ 16:22
Ana!
Ojala fuéramos lo suficientemente maduros para ser capaces de no etiquetar, ni personas ni situaciones. Unas madres nacen y otras se hacen…con cariño y mucho esfuerzo.
Hay cientos de situaciones , miles de relaciones, millones de sentimientos y un mundo para vivirlas, conocerlas y sentirlos.
Sigue guiando tu camino con ese corazón grande y generoso.
Un gran beso,
Laura
Amor propio | Refamilia y otros enredos
18 noviembre, 2014 @ 01:41
[…] iba a ser este sentimiento: ninguna poesía, historia o película previas que canten al amor de madrastra, así que en cuanto aparté un puñado de dudas y algún que otro miedo, sólo tuve que darles la […]