Sensaciones en el camino

No son piedras en el camino sino piedras que hacen camino

Mi mirada y la de la Refamilia contemplan nuestro presente, y sólo pretendía entrar en nuestro pasado en la medida en la que me parecía que enfocaba nuestro futuro, pero me apetece divagar un rato, por un camino que un día tracé y especialmente por tramos que ya no suelo transitar…

Varios de mis amigos están viviendo situaciones muy difíciles con su pareja, y se encuentran, como yo un día, desamparados entre las bambalinas de un escenario ayer seguro y hoy tambalente… quiero dejar aquí algunas reflexiones para que no se las lleve el viento, ni de mi memoria ni de sus consideraciones. Quiero compartir este camino de sensaciones que empezó hace casi 4 años, porque a uno no suelen prepararle para el matrimonio (aunque así lo creamos) y menos para un divorcio: suele llevarse en una intimidad oscura y los que te quieren tampoco saben qué decir o hacer…

Hace un par de días Andrea y yo desvirtualizamos y pasamos unas horas charlando como mandan los cánones, no sólo desde el alma de nuestros blogs sino desde la que se ve detrás de nuestras sonrisas. Tuvimos que bebernos aprisa, porque no había tiempo en una tarde para compartir tanta vida, pero hablamos de todo un poco y con ella rememoré estas sensaciones que me apetece guardar y que conforman un camino: el mío…

La sensación de parar un segundo y pensar que no te puede estar pasando todo eso, que a ti te pintaron y tú te creíste una historia de amor eterno, en una familia preciosa con papá, mamá y sus hijitos, tal cual sale en los cuentos.

La sensación de pensar, contra natura, que por qué no puedes ser una mujer que no se plantee si es feliz o no, si quiere esta vida u otra, que aguante un poco más… hay gente que te cree valiente por tomar una decisión, y para ti la cobardía sería no tomarla cuando ves las cosas tan claras.

Ver todo con tanta claridad y buscar coherencia en tu vida te lleva a tomar decisiones que no están en tu esquema vital. Y te asombra tanto estar ahí… es tan inesperado…

La sensación de tener que soportar el peso de una losa de culpa, capaz de enterrarte… Culpa por tus hijos a los no sabes lo que les estás haciendo. Culpa por tu marido al que le dejas sin mujer, con hijos a turnos y media hipoteca. Culpa por dos familias que tienen que ver a sus hijos y nietos pasar por momentos tan difíciles. Culpa por ti misma, que sabes dónde no quieres estar, pero no sabes a dónde irás… Y yo un día caí en un agujero. En mi cabeza le llamo así, “el agujero”. Estuve una semana en la que no tenía fuerzas ni para respirar. Recuerdo que iba a quedar con unas compañeras de mi anterior trabajo para comer. No me sentía capaz, literalmente, de ir a un restaurante, abrir una carta, elegir lo que quería comer y decírselo al camarero; hablar con el camarero se me hacía imposible… no fui. Sólo estar con mis niños, en su mundo sencillo de 2 y 4 años, me sacaba a ratos de la oscuridad. Mis Soles, mi luz, mi guía…

Viviendo en el dolor pero incapaz de volver a vivir en mi vida anterior…

Lo bueno de haber estado en el agujero es que es fácil de reconocer cuando te acercas a él de nuevo, y como en mis sueños cuando me parece que adquieren tintes de pesadilla me digo “despierta”, en cuanto mis pensamientos me conducían al agujero, salía corriendo… Y Clara, mi psicóloga, me ayudó mucho. No sé cuánto tiempo hubiese tardado en curar heridas si no hubiese sido por ella. No sé cuántas cicatrices habría en mí y en mis hijos si no me hubiese reconstruido bajo su guía. No sé si habría una Refamilia si no hubiese renacido la Ana original de sus cenizas…

La sensación de no estar sola, de tener a tanta gente a mi alrededor, no siempre comprendiéndome pero sí apoyándome, sin atisbar lo que es un divorcio pero abrazándome, acompañándome, de la mano conmigo…

La sensación de ser joven y tener una nueva oportunidad; una oportunidad no es algo que te venga dado, es algo que construyes tú con lo que te da la vida, con tu experiencia y tu forma de entender el mundo, con tus sueños, con tus propósitos… No son piedras en el camino lo que se ve en la foto: son las piedras que componen el camino.

Pasos del precipicio a la cordura y la luz

La sensación de tener una vida completa y feliz con mis niños, de mirar el agujero desde tan lejos que es un mero punto, de ver a mis hijos reír, disfrutar conmigo y con su padre, adaptarse a una vida diferente pero plena.

La sensación incrédula de que haya gente que ladee la cabeza, sonría de manera reconfortante y te diga que eres joven y encantadora y que ya reharás tu vida. ¿Rehacer? ¿necesito realmente a alguien más para rehacer mi vida? ¿no está ya rehecha para mi felicidad?

La sensación de sentir ilusión porque alguien te escriba un mensaje al final del día.

La sensación de sentir de nuevo una piel cálida contra la tuya.

La sensación inesperada de sentir un amor generoso, sin recelo a pesar del dolor vivido.

La sensación de sentir amor por niñas que no son tus hijas, sentirte amada por ellas.

La sensación de vértigo de construir un nuevo futuro.

La sensación de familia, de refamilia…