trascendentalidades

Pensamientos y reflexiones de lo más trascendentes…

Nostalgia maternal

En las últimas semanas he tenido nostalgia maternal. Ni siquiera sé si está tipificado como tal, pero de pronto añoro la época en la que mis Soles eran solecitos… no cuando eran muy bebés, sino cuando tenían aproximadamente 3 y 5 años, una vez superado mi agujero tras el divorcio. Ellos ya estaban en plena niñez y yo me sentía nuevamente feliz, reencontrada después de mucho tiempo, dispuesta a ofrecer a mis niños horas de dedicación y juegos. Les cantaba, inventaba cuentos a apagadas, bajábamos al parque, les desgranaba la Ilíada, hacíamos manualidades… leía el Primer Sol sus primeras palabras y el Segundo aprendía de él, había hora del baño y gomets después de cenar. Se vestían solos y ponían la mesa, e incluso trepaban a la encimera por los cajones de la cocina si querían algo, y yo apenas me enfadaba…

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Contigo

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Querido Avi,

Hace más de 12 años que no estás, y aunque ya no te piense tanto como antes, hay días en que te echo muchísimo de menos… Sé que estás ahí, pero me gustaría verte, oír tu risa o sentir tu abrazo. Y en un día tan maravilloso como el sábado, me habría encantado verte sacar uno de aquellos pañuelos de tela para secarte las lágrimas, o haberme sonrojado con uno de tus piropos :)

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Espejito, espejito mágico…

Suena el despertador, el Cielo murmura algo, me da medio beso y se arrebuja en el edredón. Me levanto de la cama, aún dilucidando si no debería haber solicitado un tiempo de gracia de cinco minutos más, pero ya estoy en el baño, frente a mí, en el espejo.

Cuento las prendas que llevo sobre el brazo, esperando paciente y decidiendo cuál me pondré primero; sonrío a la dependienta que retira la cortina del probador y la cierra tras mi paso. Dos minutos, tres metros cuadrados, y ya tengo organizados bolso, ropa que traía, ropa que ya veremos si me llevo. Subo la cremallera y tiro de la falda del vestido hacia abajo, pasando las manos por la tela para asegurarme de que no ha quedado ningún pliegue. Levando la vista para ver el resultado final y ahí estoy, frente a mí, en el espejo.

Semáforo en verde. Espero a que los coches se detengan y cruzo la calle a paso vivo. Camino ‘enmimismada’ observando los pasos de mis zapatos y una ráfaga de viento me distrae. Levanto la vista, giro la cabeza y veo que entre mis zapatos andantes y mi cabeza pensante, el cristal oscuro de un gran edificio de oficinas revela que hay un cuerpo; el reflejo devuelve mi mirada sorprendida, frente a mi, en el espejo.

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Sácate a bailar

¿Conoces esa sensación de echarte de menos a ti misma…?

Es esa sensación de que la que te mira desde el espejo, aunque se te parece, no eres tú; antes había otra tú más risueña, más creativa e ingeniosa, más feliz… y sí, más guapa…

Y te preguntas qué será de ella… Dónde andará o cómo será su vida. Cómo sería la tuya si ella siguiese contigo.

¿Por qué se iría? ¿En qué momento te diste cuenta, entre carreras, preocupaciones, reuniones, tutorías y gritos de ‘a la cama‘, de que ya no estaba…?

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Mamá, ¿te cuento la historia de cuando me perdí de ti?

Cuando aún no había cumplido tres años, el Segundo Sol se me perdió.

Llevaba un año descasada y habíamos ido los tres a pasar el día a una dehesa con otra familia. Los niños estaban viendo algo en un riachuelo con el marido de mi amiga, a escasos metros de donde estabamos nosotras hablando, pero había algunas matas entre los dos grupos y, aunque oíamos el barullo, no nos veíamos.

Llegaron el Primer Sol con su amigo y su padre; “¿Y el Segundo Sol?” “No está con nosotros, mamá. Ha dicho que se venía contigo…”

Empezamos a buscarle, esperando encontrarle detrás del primer arbusto, pero por más que le llamamos, no aparecía. Mi amiga no lo dudó un momento y llamó al 112; yo pensaba que exageraba, pero no sé si alguna vez he agradecido tanto una llamada de emergencia. Tampoco me había sentido nunca tan confortada por unas lágrimas de madre…

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Un año de amor

un año de amor

Estoy nerviosa… escribo y borro, y vuelvo a escribir… quiero hacerlo de manera muy especial, porque la ocasión lo merece, pero las palabras no paran de revolotear pidiendo que las elija y con la emoción me cuesta mucho.

Yo creía que hoy hacía un año que había empezado nuestra historia de amor, con este «¿quieres salir conmigo?», pero a lo mejor tú y yo no nos conocimos ése día, sino este otro, o éste… ¿tal vez éste? Son cosas del amor 2.0… yo creo que está en el aire porque ahora va a través de wifi :)

De todas formas no es tan importante la fecha, sino que nos hemos conocido y enamorado. Tú de mis palabras y la ilusión que las alimenta, y yo de tu mirada y el latido de tu corazón al leerlas. Ya sabes cómo es esto de estar enamorado… no sabes muy bien qué ve la otra persona en ti, tú que eres tan poquita cosa, pero ésa es la magia del amor, la generosidad del que da sin darse cuenta. Me encantaría que siguiese siendo así toda la vida: yo sin saber dónde está eso que te hace volver y tú sin ser consciente del efecto que tiene tu respuesta en mí…

De todas formas, te susurraré palabras de amor en este día de nuestro aniversario, a la luz de la pantalla y con la música de las teclas de fondo… ¿lo oyes? están tocando nuestra canción… ¿bailas?

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Amor propio

Hace mucho que sé que, como otras cosas, el amor perfecto no existe; cada «te quiero» lleva encerrado un «quiero a ti» que no sólo da, sino que pide y, francamente, perfecto o no, creo que está bien así.

Cuando nacieron los Soles pensé que lo había encontrado, que daba todo el amor había en mí (más del que nunca había imaginado que cupiese en un corazón) y no pedía nada a cambio, pero mira, no: he pasado de conformarme con una ‘sonrisa de cantarito satisfecho‘ después de mamar, a pedirles que recojan los juguetes, pongan la mesa, cuelguen sus abrigos, ayuden con la cena y se sienten derechos (madre mía, ¡y el post del Ayudante de Mamá aún sin escribir!) pero me parece que así es un amor bastante perfecto, porque no sólo cuido yo de ellos, sino que les enseño a cuidarse y así nos cuidamos todos. Confío en estar enseñandoles a amar…

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Sin ton ni son

Algunos días, me echo de menos.

Creía que ese verbo no podía conjugarse en primera persona, pero sé que hay veces que no estoy aquí, conmigo. Días en que tiro tanto del hilo, que más que un enredo, lo que tengo es un nudo. En el estómago para más señas.

Quiero hacer tantas cosas… quiero hacerlas tan bien… que al final no consigo llenarme de ellas porque estoy pensando en las siguientes, y esos vacíos se llenan de angustia. La angustia es un lastre que me ata a la tierra, no me deja volar, me bloquea, me deja sin fuerzas para terminar posts que se quedan faltos de palabras en borradores, permite que mi crítica interior se adueñe de todas las Anas que habitan en mí y censura duramente cualquier idea. Y no me preocupa sólo que las musas me eludan; estoy tan cansada que mi creatividad de andar por casa creo que está encogiendo…Y esa es tan yo…

Sí, definitivamente, me echo mucho de menos.

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