Mamá, ¿te cuento la historia de cuando me perdí de ti?
…
Cuando aún no había cumplido tres años, el Segundo Sol se me perdió.
Llevaba un año descasada y habíamos ido los tres a pasar el día a una dehesa con otra familia. Los niños estaban viendo algo en un riachuelo con el marido de mi amiga, a escasos metros de donde estabamos nosotras hablando, pero había algunas matas entre los dos grupos y, aunque oíamos el barullo, no nos veíamos.
Llegaron el Primer Sol con su amigo y su padre; “¿Y el Segundo Sol?” “No está con nosotros, mamá. Ha dicho que se venía contigo…”
Empezamos a buscarle, esperando encontrarle detrás del primer arbusto, pero por más que le llamamos, no aparecía. Mi amiga no lo dudó un momento y llamó al 112; yo pensaba que exageraba, pero no sé si alguna vez he agradecido tanto una llamada de emergencia. Tampoco me había sentido nunca tan confortada por unas lágrimas de madre…
El Segundo Sol apareció casi a la hora, a 1 kilómetro de donde estábamos nosotros.
Durante ese tiempo pensé tantas cosas, que sólo la mano del Primer Sol me mantenía en pie. La apretaba y volvía a llamar al Segundo con más fuerza, aguantando el sollozo con cada nueva traición de mi mente.
Los dos recorrimos una parte de la dehesa, la más concurrida, una y otra vez, preguntando a la gente por un niño moreno de tres años con una camiseta verde de Buzz Lightyear. Me ofrecían quedarse con el Primer Sol mientras buscaba al Segundo, pero era incapaz de separarme de ambos… Vi como la policía se desplegaba, empezando por un margen, cada agente a escasos metros de otro, en paralelo… ¿de verdad estaba pasando aquello?
Pero por fin sonó el teléfono: lo habían encontrado. Estaba algo lloroso y me llamaba. Yo había pasado por el camino que él había tomado, pero los matorrales eran altos y después de seguir un rato, volví sobre mis pasos. Le había revisado una doctora del samur y me dijo que tenía unos rasguños, pero ya los llevaba. Le habían preguntado la edad cuando le encontraron y dijo 2 años; yo me estremecí aún más, porque casi tres siguen siendo dos, por muy espabilado que seas. El día estaba nublado y la que descargó agua fui yo… de angustia, de alivio, de alegría… cuando bajó del coche de policía y le apreté fuerte recuerdo que le dije a los policías entre riendo y llorando que me pusiese una multa muy grande, pero me sonrieron y se conformaron con mi propia penitencia, que era mucha. Aún no sé al número de personas de los equipos de emergencia a las que tengo que dar las gracias por haber encontrado al Segundo Sol aquel día, pero se las he dado tantas veces…
El Primer Sol e contó al Segundo que mamá había tenido mucho miedo y había llorado «Yo también, Mamá». Estuvo meses contando la historia “de cuando me perdí de Mamá” y aún ahora recuerda algún trozo. “Mamá, te llamaba y no me oías”. mi miedo lo sobrellevé como pude; el suyo aún me duele.
¿Y si nos ocurriese lo mismo, pero en vez de perdernos teniendo el suelo bajo nuestros pies estuviese todo patas arriba…? ¿Si nos perdiésemos en mitad de un desastre natural o de un ataque bélico? ¿Si mi miedo y mi incertidumbre dejasen de estar en mi imaginación y fuesen reales, tangibles…? ¿Qué querría que hiciesen por mis hijos si se me perdiesen en esas circunstancias…?
Pues hasta hace unas semanas no lo sabía, pero lo mejor que podría ocurrirles en mitad del caos es que los llevasen a la escuela.
Sí, sí, al cole, donde los sacarían del desastre para devolverles a la normalidad, donde podrían jugar, estar con otros niños, recibir atención psicosocial, sentir que están a salvo… Siempre pensamos que en situaciones de emergencia son muy importantes el agua, la comida, el refugio, pero tenemos que pensar que no sólo los del cuerpo, sino también los del alma. Por eso Unicef lleva escuelas en maletas allá donde la desgracia se ceba; por eso Save the Children pone en marcha el dispositivo de educación en cuanto la emergencia se declara. Por eso Ikea colabora con ambos.
Y fue allí, en Ikea, donde Sara nos contó que la educación es mucho más que saber leer o sumar: es la puerta para romper la pobreza, para garantizar otros derechos. En mundos donde lo que se hereda es la necesidad, son los hijos los que enseñan a sus padres a lavarse las manos, los que les descubren cómo es el mundo, los que reafirman su propia identidad. Son ellos los que obran el cambio de toda su comunidad e inundan de luz su futuro. Fue allí, en Ikea, donde David hizo patente que la educación dignifica a las personas de una forma que aquí no somos capaces de imaginar… nuestros hijos van al colegio con la dignidad puesta, pero en otros mundos de niños sin identidad, la dignidad se tiene que aprender. Teresa Viejo nos contó que hay niños sin nombre… y si no tienes nombre ¿cómo vas a encontrarte a ti mismo? ¿cómo vas a poder ser persona?
Menos mal que los peluches se han puesto las pilas y se proponen salir todos de Ikea para hacer felices a niños de aquí con su abrazo y de allí con su escuela. Ellos mismos protagonizan la campaña Peluches para la Educación y nos cuentan por qué es tan importante que lleguen a su destino, bien a nuestra casa, bien a una casita transitoria que tienen hasta que Ikea los lleve a hogares y lugares donde los regalos no son tan frecuentes. ¿No dice el cuento que un beso puede cambiar la vida de alguien y la tuya propia? Pues esto no es ficción, es realidad: la educación puede cambiar la vida de un niño y de su comunidad, y nuestro gesto realiza la magia :)
Y ahora que llega la Navidad, que es el momento de escribir cartas y formular propósitos… ¿qué tal si como padres enseñamos a nuestros hijos que el juego es más importante que el juguete? Si no habéis descubierto ya la Otra Navidad, disfrutad el vídeo y, después de reflexionar, ojead un catálogo con otros regalos, unos en los que el precio no se mide en dinero, sino en tiempo que podemos dedicar a nuestros hijos. Los nuestros tienen ya todo lo que necesitan para ser felices: nos tienen a nosotros. Y nosotros sólo tenemos que estar con ellos para serlo también, para que ninguno nos perdamos nunca.
Ya os lo propuse aquella tarde, Sara, David, Belén, Jorge, pero no voy a dejar pasar la ocasión: la Refamilia, y seguro que muchas más, quiere ser solidaria en familia; queremos participar en campañas solidarias como adultos, pero también cómo niños… ¿no podríamos entre todos buscar huecos donde las manos pequeñas lleguen mejor? ¿donde la mirada y la palabra de un niño lleguen más lejos que las de un adulto?
En las nubes
16 diciembre, 2014 @ 05:36
Ay Ana! No sabes cómo te entiendo! Una vez, hace años, cuando mis hijos tendrían dos y cuatro años, perdimos al mayor en una comida familiar en un restaurante. Era el típico restaurante para niños, con un campo de juegos y un riachuelo. Él se pensó que su abuela iba a jugar con él al escondite y fue a esconderse. Durante unos minutos, que me parecieron horas, no lo encontrábamos (claro, estaba escondido jugando!!) y yo, como tú, no podía despegarme del pequeño mientras poníamos patas arriba el restaurante buscando al mayor. Supongo que, inconscientemente, necesitaba tener cerca al hijo que no había perdido. Todavía hoy, pasados ya años, cuando recuerdo este momento se me ponen los pelos de punta y puedo revivir perfectamente la sensación de vacío tan grande que es perder a tu hijo aunque sean unos momentos. Yo, como tú, cuando encontré al mayor no podía parar de llorar. Así que no me quiero ni imaginar lo que puede sentir cualquier padre en una situación de conflicto o catástrofe cuando desconocen qué ha sido de sus hijos. Por supuesto, me parece genial la idea de aprovechar estas fiestas para vivir La otra Navidad; dejémonos de tantos regalos materiales y aprovechemos para acordarnos de los que tanto necesitan!. Muchísimas gracias por compartir tu historia con nosotros. Un beso enorme!!
Ana Refamilia
16 diciembre, 2014 @ 20:12
La historia estaba aquí dentro encapsulada, mezcla de angustia y culpa, supongo, así que gracias a ti por compartir el peso conmigo, Lorena :)
Supongo que nosotros lo pasamos peor que ellos, porque somos conscientes de todo lo que podría pasar y… No sé si sirve para algo pensar todas esas cosas, pero yo lo consideré un aviso de la vida para estar más pendiente, aunque en esta ocasión el descuido no fuese mío.
Yo pienso aprovechar las vacaciones que vienen para estar con los Soles y las Estrellas, sin hora, sin prisas, jugando… lo pasamos tan bien nosotros como ellos :)
Un beso muy muy grande y gracias a ti por compartir la tuya!
Maria emeeme
16 diciembre, 2014 @ 12:51
Uff Ana…
Tu historia me pone los pelos de punta.
Mis niños son ya mayores (tienen 6 y 9) y yo muchas veces, sigo soñando que los pierdo.
Sueño que estamos en una calle llena de gente y veo a Miguel alejarse.
Y le llamo y no me oye…Y le pierdo.
Solo se nos ha despistado una vez Carlitos en el parque, y solo 10 minutos.
No quiero ni imaginarme lo que te pasó a ti.
Y en cuanto al video de IKEA, totalmente de acuerdo.
Hay que intentar promover el juego. Dedicar nuestro tiempo a los niños.
No les hace falta tanto regalo material..
Un beso
María
Ana Refamilia
16 diciembre, 2014 @ 20:21
Lo he pensado siempre, María, que el mejor juguete somos nosotros… los Soles y las Estrellas tienen un montón de juguetes, fruto de años de acumulación, caprichos, regalos y unos cuantos cumples (multiplicados por cuatro :) pero cuando más disfrutan es cuando se piden un personaje e inventan una historia… y el Cielo y yo miramos embelesados, claro :) Por eso me ha encantado, más que el vídeo de la otra navidad, el catálogo de después, con juegos para jugar con muy poco material y mucha imaginación!
A mí se me despistó también el mayor (ahora tiene 8, y el pequeño 6) cuando tenía unos tres añitos en una tienda. Estaba detrás de un expositor, pero no le veía… lo tenía junto a mí, miré unas cosas, y desapareció… la angustia también fue muy grande, pero nada comparada con la historia del Segundo Sol… No volví a ponerle esa ropa y cuando paso por la dehesa con el autobús, intento no mirar; son tonterías, pero siempre me da una punzada rara…
Un beso muy muy fuerte y mil gracias por estar un ratito con nosotros :)
Que pases con Miguel y Carlitos una muy feliz Navidad, con mucho tiempo para todos!
Limonerías
16 diciembre, 2014 @ 15:16
Te leía con el corazón en un puño, qué mal rato, por Dios…
En cuanto a lo demás, yo quiero ir no sé cuándo a Ikea con mis hijos a comprar peluches para aprovechar el donativo que hace Ikea y luego donarlos en sitios de recogida de juguetes. Con ellos ya colaboramos con el banco de alimentos. Y en el cole hacen también campañas de sensibilización con los pequeños. Me parece muy importante que ya de pequeños se den cuenta de la suerte que tenemos y de que entre todos podemos hacer que todo esté más repartido.
Ana Refamilia
16 diciembre, 2014 @ 20:32
He intentado contarlo sin incidir mucho en la parte tensa, pero al final lo sentí así…
No sabes qué peluches tan chulos tienen… te vas a enamorar de todos! A mí me encanta el de príncipe-rana, pero los Soles pasean su brócoli y su cerdito de habitación en habitación para leer el cuento de por la noche y las Estrellas achuchan su ciervo y su dragón (yo que soy muy fantasiosa, el dragón es precioso…)
Yo también intento concienciarles mucho de que no todo el mundo vive igual, y acabamos de donar juguetes en el cole y también al banco de alimentos, pero me gustaría ir más allá… que pudiesen participar en alguna campaña, quizá conocer niños de otros países por skype, contarse sus cosas y ver sus diferencias y similitudes… ¿no sería estupendo?
Un abrazo a todos esos lis tan monos y Felices Fiestas!
Aida - UNICEF
16 diciembre, 2014 @ 18:37
¡Muchísimas gracias, Ana, por hacernos un hueco en este post tan personal! ¡Nos ha emocionado! Como tú dices, la educación da la mayoría de oportunidades a los niños y las niñas. La educación contribuye a mejorar sus vida y es una pieza clave para acabar con el circulo de la pobreza y les permite adquirir conocimientos y aptitudes para asumir papeles activos en la toma de las decisiones que les van a afectar en el futuro. Una niña que va a la escuela, se casará más tarde, tendrá menos hijos. Además, sus hijos tendrán más posibilidades de sobrevivir, porque estarán mejor alimentados y recibirán una educación. Es un círculo por el que debemos apostar con todas las herramientas que tengamos a nuestro alcance. ¡Gracias por ayudarnos a conseguirlo! :)
Ana Refamilia
16 diciembre, 2014 @ 20:39
Qué ilusión, Aida!
Vosotros sí que me habéis emocionado a mí con vuestras experiencias y el mimo con el que nos habéis tratado…
Siempre se habla de la importancia de la educación, pero creo que lo vemos desde el punto de vista «de aquí», de adquirir cultura, de acceder a un buen trabajo, de progresar… damos por supuestas muchas cosas que son la riqueza de la educación «allí»: la dignidad, la higiene, la alimentación, las probabilidades de vivir una vida mejor.
Gracias por contarnos un poquito más y millones de ellas por la labor que hacéis día a día.
Un abrazo muy fuerte y muchas gracias por todo!!
Silvia
17 diciembre, 2014 @ 23:32
Lo he leído con angustia, emoción y alegría… Madre mia ana, qué rato debiste pasar… Yo también pase algo similar en el zoo con mi sobrina y embarazada de Isabel… No recuerdo sensación más angustiosa… Gracias por compartir. Un beso enorme
Ana Refamilia
20 diciembre, 2014 @ 20:13
Para mí desde luego ha sido de los peores episodios de mi vida… Cuando están dentro de nosotras están tan protegiditos… pero tenemos que darles alas para que vuelen y supongo que dentro de poco empezaremos a vivir otras angustias de madre (le tengo tanto miedo a la adolescencia que seguro que es más fácil de lo que me parece!!)
Gracias a ti por vivirlo conmigo, Silvia :)
Laura
12 enero, 2015 @ 13:14
Ay Ana!!! Qué mal trago. Mientras te leía se me han puesto los pelos de punta y he tenido un escalofrío. A la Mausi le faltan 2 meses para los 3, así que me pongo en tu piel. Por el momento no se nos ha despistado nunca, pero nuncadigasnunca! Yo ya me pongo en alerta si la pierdo de vista 2 segundos en algún sitio.
Y en cuanto a la «segunda» parte de tu post, la educación es la clave. En países menos desarrollados, con toda seguridad, es la llave para abrirles las puertas a un futuro mejor. Sin duda. Hay tantos niños que no tienen nada, pensar que algunos ni nombre, es…. no tengo palabras. Y luego una mejor educación en los que llamamos países desarrollados, sería de mucha ayuda para hacer este mundo mucho mucho mejor!
Un besazo.
Ana Refamilia
13 enero, 2015 @ 22:55
Tranquila, que seguro que tu Mausi no se perderá de ti :)
Los nuestros ya son más mayores y empezamos a dejarles un poquito de autonomía, pero siempre juntos y en sitios que conocemos muy bien (y con un millón de consejos a cuestas y su protocolo de emergencia!)
Respecto a la segunda parte, me impresionó mucho lo de no tener nombre, Laura… en el libro ‘El nombre de la rosa’, creo que es al final donde se cita que la rosa no existe hasta que no recibe su nombre, que las cosas que no nombramos, no existen, ¿no existe entonces un niño que no tiene nombre…? ¿cómo se van a dirigir a él? ¿cómo va a inscribirse en la escuela o pedir un trabajo…?
Educación para los países pobres y educación + concienciación para los países ricos.
Un beso, guapísima!