Pensando en el más allá…

pensando en el más alláEspero estar en la playa y no en el jardín… (Segundo Sol, junio 2014)

Esta mañana he hablado un ratito por teléfono con los Soles y empieza a notarse el paso de los días, porque el Segundo Sol me ha pedido que vuelva a llamar por la tarde y por la noche, que él quiere hablar conmigo… Me derrito de amor, claro, pero no me dejo llevar demasiado por el entusiasmo, porque otras veces me suelta con mucha corrección «Mamá, estoy ocupado jugando, ¿puedo colgar?» Menos mal que el Primer Sol es todo diplomacia y siempre atiende al teléfono.

El caso es que hacía mucho que no compartía una frase y la cautela emocional me ha traído ésta a la cabeza…

Como una es madre de edición limitada, se queda cinco minutos en la habitación una vez apagada la luz, aunque no lo recomienden ocho de cada diez supernannies. Ojo, cinco en cada cama, y desde estas vacaciones se incluye en la ruta la de la Estrella Menor, que también se ha apuntado al malcríe :)

Estos minutos (no sé cuántos son realmente: temo alterar irremediablemente su concepción del tiempo) eran antes una especie de fastidio para mí pero, según crecen, según me parece que se acerca el día en que dirán «Mamá, no hace falta que te quedes», más preciados me parecen… En ese ratito compartimos comentarios, preguntas, risas y algún «¡a dormir ya!» subido de tono (en ocasiones el Cielo se presenta cual fantasma y lo que compartimos es un susto de muerte y risas nerviosas :) Y ahí, en la penumbra de su dormitorio, se cuecen muchas frases célebres caseras

Cuando eran más pequeños, les contaba un cuento ‘a apagadas’… Cada noche teníamos uno ‘a encendidas’ y otro ‘a apagadas’; el de ‘a encendidas’ se veía sobre el papel y el de ‘a apagadas’ sobre la imaginación. Me decían un par de palabras cada uno y yo improvisaba una historia. Es de verdad complicado contar cuentos donde, invariablemente, hay un cocodrilo… Sin duda, tengo que esforzarme por recuperar esa costumbre.

Hace unos meses, murió Jane, nuestro hamster, y lo enterramos sin demasiada ceremonia en el jardín, junto a Dina, una pajarita que tuvimos. La partida de Jane y los minutos previos al sueño estimularon el pensamiento del Segundo Sol:

«Mamá, ¿tú te morirás?«

«Claro, cielo, algún día, pero dentro de mucho» (no me gusta mentir, así que espero que quien tenga mano ahí arriba con el tema no me haga quedar mal…)

«Pero yo no quiero que te mueras«

«Yo tampoco, pero todo el mundo muere» Jo…

«¿Y qué haremos cuando te mueras?» Yo emocionada, pensando con el alma estremecida que no imagina la vida sin mí…

«¿A qué te refieres, cariño?» No sé quién podría sustituirme, a mí que soy su madre, que no hay más que una y que a las demás se las encontrará en la calle, pero lo mismo puedo consolarle de alguna manera…

«A dónde te enterraremos» Flipo… «Yo quiero que sea en el jardín«

¿Sabes esa sensación de cuando te rompen en corazón en pongamos mil pedazos, te agachas dignamente, los recoges sin que se te note el temblor de las manos y aún te las compones para esbozar una sonrisa de suficiencia cuando te los llevas? «Pues no sé, donde queráis«

Y una tirita para mi maltrecho amor propio maternal, menos mal: «Yo me quedaré un trocito tuyo, para que te quedes conmigo«. Yo diría que aunque algo macabro, es amor…

siempre estaré contigo