Platos y vasos descabalados

secado portada

Cuando el Cielo y yo nos atrevimos a protagonizar la mayor mudanza de la historia, en una cocina sembrada de cajas, rescatamos dos vajillas, dos cuberterías y dos cristalerías igual de apreciadas por sus respectivos dueños.

Yo aporté mi vajilla de cristal bicolor: los platos llanos son verdes y tienen unas flores rosas que crecen enredándose, así que combiné el resto de platos comprando la mitad rosa y la otra mitad verde, tanto en platos hondos como de postre. El Cielo trajo su vajilla blanca y lisa, de loza sencilla y resistente, con sus platos brillantes e iguales entre sí.

En los platos floreados, yo servía a los niños grandes dosis de imaginación, ingenio y alegría, y comiendo en ellos, los Soles crecieron como hermanos, compartiendo todo. Aprendieron a colocarlos en la mesa, a contar cucharadas y a negociar las últimas.

A las niñas sobre sus platos blancos, el Cielo les ofrecía dedicación y constancia, y las Estrellas se alimentaban valorando el esfuerzo y respetando las formas, esperando a que se los llenasen y saboreando comidas sencillas.

Nunca habría imaginado que para conocer a alguien tuviese que abrir un mueble de su cocina antes que un cajón o un armario de su dormitorio, pero así es… Yo preparaba croquetas y el Cielo lentejas; yo compraba siete tipos de postres y él yogures naturales; en mi balda de galletas había de al menos 5 tipos, y en el suyo galletas maría.

alacena refamiliar de platos y vasos descabaladosLas Estrellas pusieron la mesa por primera vez en nuestra casa, mientras que los niños llevaban dos años haciéndolo; ellas nunca se manchan comiendo, y sin embargo los Soles aprendieron a manejar con soltura el pan y los cubiertos bajo la atenta mirada del Cielo. Ellos dejaron de ver la tele cenando y ellas comenzaron a pedir el pan por favor; todos aprendieron a no empezar a comer hasta que no estuviésemos los seis sentados y servidos. Y, para nuestra sorpresa, nadie se quejó con los cambios de su día a día…

El Cielo sobrio y paternalista, más proclive a hacer él las cosas que a dejar que las formas se difuminen. Yo relativizando y dando autonomía, preocupada porque los niños hagan las cosas aunque no sea de la forma correcta.

La Estrella Mayor bloqueada si no le alcanzaban las cosas; el Segundo Sol subiéndose a una silla para alcanzar algo. El Cielo reprendiéndole por no pedir permiso; yo regañándole por no subirse a algo más estable… Los padres siempre guardamos en la mochila la impronta que nos dejaron nuestros mayores. Después de contrastarla con nuestra propia experiencia, solemos posicionarnos en dos extremos: o nos parece la mejor, y la seguimos con nuestros hijos, o nos parece que debemos deshacernos de ella, y hacemos lo contrario, pero ahí está, determinándonos como padres en cualquier caso…

¿Y qué hacemos con los platos? Primero nos planteamos escoger una u otra vajilla, pero no nos costó darnos cuenta de que la vajilla refamiliar había de reflejar precisamente eso, que somos dos minifamilias que se unen, no una que se impone a otra, así que reservamos un mueble grande y al alcance de los niños, y acomodamos las dos vajillas. Utilizamos una u otra según el día, el antojo o la disponibilidad de platos. Por si algún día nos faltan recursos, hemos ido añadiendo nuevas piezas descabaladas que nos han enamorado desde un escaparate.

Y visto lo rico que cocinamos con la receta «lo tuyo más lo mío más lo que nos encaje«, cómo no vamos a enriquecer otras tantas facetas de nuestra vida… Qué suerte disponer de dos formas de entender las cosas que puedan complementarse desde el respeto. Qué suerte ser conscientes :)

Al principio nos preocupaba la dificultad de imponer normas comunes, cuando no todas las decisiones respecto a los niños nos incumbían a los dos («los otros padres«, ¿lo había comentado alguna vez…?) Nos daba reparo regañar a hijos que no eran de cada uno, por cómo se sentirían ellos y por cómo se sentiría el otro. Nos planteábamos cuestiones fundamentales:  ¿es mejor primero baño y luego cena, o al revés? ¿la leche se toma después de cenar o después del baño? Pero todo eso no nos unía, nos asustaba, nos separaba… Así que comenzamos a caminar poco a poco, sin miedo pero con cautela.

lo común y lo que nos diferencia

Lo hablamos mucho y buscamos el camino que se dibuja en los límites de mi visión y la del Cielo (a veces es un camino ancho, que apenas deja nada en los márgenes porque nuestros pareceres son casi idénticos, pero otras el camino es estrecho y a cada lado se extienden casi praderas, ambas con distintos cultivos), vamos incorporando nuevas ideas, viendo cómo reaccionan los niños, aprendiendo de nuestros errores cuando tropezamos y, un año después, tenemos una casa con su propia forma de hacer las cosas, de entender la vida: cada vez se desdibujan más los elementos que sumamos y se perfila más el resultado de la suma.

Y las charlas a los astros les caen, indistintamente, de uno y otro ;)

Quizá un día los niños abran la alacena para poner la mesa y encuentren platos blancos con flores rosas y verdes, quién sabe…

caleidoscopio de lo tuyo más lo mío más lo que aprendamos juntos