Dos frases célebres caseras para hacer la trascendentalidad de los últimos tiempos más llevadera, cortesía de la Estrella Menor.
Los seis en el Refamiliawagen, camino de una tienda en la que venden minerales, nuestra gran afición de los últimos meses, transmitida de Soles a Estrellas. ¿A qué llamamos cogerle el gusto a algo en la Refamilia?
El Segundo Sol de mayor quiere ser geólogo. Sí, 5 años. No, no astronauta o médico como le gustaría a su santa madre: aquí si somos fan, lo somos hasta el infinito y más allá.
Situación: esta misma noche, antes de acostarnos. Esta semana la tenemos a tope de médicos y tareas escolares, así que aprovecho el final del día para actualizar agendas…
«Cariño, el jueves iremos un poco más tarde al cole porque te tienen que hacer un análisis de sangre.«
Sé lo necesario que es hablar con los niños, de cosas vanas y de cosas importantes, con sinceridad y a su nivel, pero a veces me parece que no sólo es necesario para ellos, sino para mí también. Hace unos días, conduciendo, uno de mis momentos favoritos para charlar de todo y nada (y para soltar rollos, todo sea dicho) les suelto:
“Chicos, voy a seguir trabajando en la Máquina de Caramelos, pero me apetecía hacer cosas nuevas y en vez de continuar en el sitio en que estoy ahora, voy a otro departamento.”
“¿Y te quieres ir, mamá?”
“Sí, pedí yo cambiarme, pero ahora estoy un poco confusa: tengo ganas de hacer cosas nuevas y a la vez me siento triste por dejar a mis compañeros.”
Buscando un cuadernito para anotar las locas ideas que corretean por mi cabeza, y con ánimo de no comprar nada innecesario con mi ya comprometido sueldo, he encontrado un pequeño tesoro: un cuaderno donde, en una época en la que yo era una ingenua madre 1.0, anotaba las cosas dignas de recordar que decía el Primer Sol. ¡Sus primeras frases célebres caseras!
Y así, tal cual están apuntadas, las transcribo, para que no parezca que sólo los pequeños tienen frases geniales (eso sí, me guardo algunas para otro post de éstos entre tensión y tensión…)
Con casi tres años, yo le hablaba mucho de mi abuelo, mi avi que estaba en el cielo. «Mamá, voy a crecer tanto que tocaré el cielo y veré a tu avi«. Se me saltaron las lágrimas y el abrazo que le di aún debe dejar marca…
Noviembre de 2010, con 4 años: «Soy el rey del kárate«. «¿Y tu cinturón?» «No tengo cinturón, pero los reis no necesitan cinturón«. Está claro que los reis no necesitan perrito que les ladre.
No es que necesite ayuda, es que ¡necesito un milagro de los de película yanqui de Navidad!
El viernes toda la clase del Segundo Sol fue en peregrinación al buzón de correos que hay en frente del colegio a echar la carta a los Reyes Magos. Este año los Soles y las Estrellas pasan Nochebuena y Navidad en sus otras casas y Nochevieja y Reyes en refamilia, así que estos días hablamos por Skype.
«Cariño, la profe me ha mandado una foto y te he visto echar la carta en el buzón… ¿qué le has pedido a los Reyes?«
«Magia, un ghzhdz de Skylanders«, que no sé lo que es… para que no se dude de la veracidad de la conversación, otras tres ó cuatro cosas más dicha tipo lista de los reyes godos «y unos propulsores«.
«¿Propulsores?«
«Sí, para montarme«
Busco una salida honrosa a los propulsores inexistentes en el mercado y, en cualquier caso, fuera de mi alcance y de mi intención de no ir a urgencias más de lo estrictamente necesario: «Ahhh… Pues son muchas cosas, ¿no?, a lo mejor no te lo traen todo…«
«Lo que seguro, seguro me traen es la Magia.«
Vaya, no me había dado cuenta de ésa…: «¿La Magia?«
«Sí, eso lo tienen… les he pedido que me traigan su Magia, la Magia de los Reyes Magos.«
Por favor, oxígeno y desfibrilador… «Pero cariño… ¿cómo te lo van a traer?, ¿en qué viene eso, si la magia no se ve?«
«Lo traen en una caja morada. Mamá, ya lo verás.«
No sé cómo vamos a salir de ésta, de verdad… ¿Alguien sabe dónde venden propulsores…?
Cuando juntas los juguetes de cuatro niños “de hoy en día” en una casa, se hacen necesarias medidas de organización al más alto nivel.
En nuestra casa, los juguetes conviven con nosotros en una habitación llamada el cuarto de juegos, que tardé TRES días en organizar. Clics, legos, pet shops, trenes, puzzles, pitufos, pin y pones, plastilina, juegos de té, cocinitas, bebés, animales, dragones y barbies, ¡entre otros!, conviven en perfecta armonía en sus respectivas baldas, cajas, cubos y tuppers.
Y yo, que después de esos tres días de selección, separación y colocación de miles de figuritas y piezas, estaba dispuesta a matar al que mezclase una churra con una merina, puse cartelitos en cada balda, caja, cubo y tupper, y solté una charla preventiva a los principales usuarios de todo el tinglado.
Y hecha la introducción de la loca del orden (una que también tiene cartelitos en los cajones del congelador y tiende la ropa de forma “temática”), ahí va la frase célebre:
Personajes: la Estrella Menor y yo misma.
Situación: En el cuarto de juegos este verano, la Estrella Menor buscaba afanosamente una pet shop. Considero la ocasión perfecta para hacer apología del orden y añadir acólitos a mi secta.
“¿Qué buscas, Estrellita?”
“La tigresita blanca con rayas rojas. Quiero jugar con ella”.
Le contesto, con tono marisabidillo: “¿Y dónde la guardaste ayer?”
“No me acuerdo”.
Y, con la más absoluta condescendencia, empecé un discurso que no era precisamente nuevo: “Si guardaseis las cosas en su sitio, cuando quisieseis jugar otra vez, allí estarían… Cada cajón tiene un cartelito que le puse para que…”
La Estrella Menor, mirándome indignada y abriendo los brazos: “Ya, pero… ¡Es que aún no sé leer!«
Cerré el pico y me puse con ella a buscar a la tigresa…
Situación: enésimo «tóoooomate la leche» 5 minutos antes de salir por la mañana hacia el cole; la tensión ha ido en aumento en los 10 minutos anteriores, yo estoy al borde de la histeria y supernanny olvidada en el hemisferio izquierdo del cerebro junto con mi cordura.
«Termínate ya la leche, que al final llegamos tarde…»
«No te enfades, mamá, que yo te quiero mucho» (una de las últimas bazas que juega el Segundo Sol últimamente, y ablanda un poco, las cosas como son).
«Pues quiéreme un poco menos y hazme más caso» (lo sé, ya soy 100% madre)
Y el Segundo Sol, rompiendo a llorar con lágrimas de verdad: «Mamá, ¡¡yo no te puedo querer menos!!»
Y yo sin saber si reír o llorar, abrazándole :) Supongo que tampoco podrá hacerme más caso…